Comedy
14 to 20 years old
2000 to 5000 words
Spanish
Story Content
Valentina, de 16 años, siempre había sido la reina del patio de recreo, capitana del equipo de fútbol, experta en escalar árboles y poseedora de una personalidad 100% marimacho. Su lema: '¿Por qué llevar falda si puedes patear un balón?'. Siempre le gustó llevar el cabello corto por práctico y solo lo cuidaba lo normal, un corte pixie rebelde que requería cero esfuerzo.
Todo cambió con el trasplante de corazón. Una extraña enfermedad la había debilitado, y un nuevo corazón era su única esperanza. El milagro ocurrió, pero vino acompañado de… efectos secundarios inesperados.
Al principio, fueron pequeñas cosas. De repente, sentía una extraña fascinación por los programas de cocina en la televisión, algo impensable antes. Luego, notó que sus manos la impulsaban a buscar recetas en línea.
El mayor shock llegó cuando se encontró mirando con anhelo un vestido rosa pastel en la vitrina de una tienda. ¡Rosa! Valentina, la que se burlaba de cualquier cosa que oliera a feminidad.
Lo más desconcertante era su cabello. Antes, la idea de dejárselo crecer le parecía una tortura. Ahora, siente que quiere dejarlo crecer largo y cuidarlo más que antes. Empezó a experimentar con trenzas, coletas, y ¡horquilla! Algo completamente fuera de su zona de confort.
Sus padres (Marta y Ricardo) y amigas estaban sorprendidas por los cambios. Especialmente sus amigas más cercanas, Sofía y Daniela, ambas también fanáticas del fútbol y enemigas de los tacones.
—Valentina, ¿estás bien? —preguntó Sofía, mirando con desconfianza el brillo labial que Valentina se aplicaba tímidamente. —Pareces… otra persona.
Daniel, el hermano menor de Valentina, un genio tecnológico de 12 años, fue quien le dio una posible explicación. —Memoria celular, Val. Es una teoría loca, pero… el corazón tiene recuerdos, gustos… podría estar transmitiéndote algo de la personalidad del donante.
Valentina, escéptica pero desesperada, buscó en Google. Memoria celular. La teoría sonaba a ciencia ficción, pero había casos reportados de receptores de órganos que experimentaban cambios de comportamiento. Dudaba si decirles sobre la memoria celular a sus padres y amigas, no sabía si le creerían.
—¡Es ridículo! —exclamó Marta, la madre de Valentina, cuando esta finalmente se atrevió a explicarle la teoría de la memoria celular—. ¿Quieres decir que el corazón de alguien más te está convirtiendo en… en…?
—En una cursi —terminó Ricardo, el padre, con una sonrisa nerviosa. —Pero, hija, sigues siendo nuestra Valentina, ¿verdad?
Sus amigas no se lo tomaron mucho mejor. —Vale, te queremos, pero… ¿pintarte las uñas de rosa? Eso es territorio desconocido para nosotras —dijo Daniela con una mueca.
Valentina se sentía cada vez más confundida. Probó nuevas actividades: clases de cocina (descubriendo que, para su sorpresa, se le daba bastante bien), arreglos florales (¡nunca pensó que las rosas pudieran ser tan fascinantes!), e incluso se apuntó a clases de baile latino.
Los cambios eran notables. Comenzó a vestirse de manera más femenina, aunque siempre combinando con elementos deportivos. Dejó crecer su cabello, aprendiendo a peinarlo en elaboradas trenzas que dejaban a sus amigas boquiabiertas.
Incluso su actitud cambió. Se volvió más empática, más sensible a los sentimientos de los demás. Empezó a notar detalles en las personas que antes pasaba por alto, como el sutil aroma a lavanda del perfume de su madre.
Un día, mientras practicaba un truco de skate en el parque, se detuvo repentinamente. Notó el aroma de las rosas en un jardín cercano. Sonrió. Era un olor agradable, pero ya no sentía la necesidad imperiosa de ir a olerlas.
Poco a poco, descubre que los cambios finalmente se detuvieron. Ya no sentía la urgencia de inscribirse a clases de ballet ni de comprarse el último modelo de bolso. Su guardarropa seguía teniendo toques femeninos, pero las camisetas deportivas volvieron a ser protagonistas.
Había logrado adaptarse. Aún conservaba la mayor parte de su personalidad original pero ahora tenía un lado femenino. Descubrió que, en realidad, le gustaba la combinación. Le gustaba cocinar galletas después de un partido de fútbol, o lucir un vestido coqueto mientras destrozaba a sus amigos en el billar.
Hizo un cálculo. Ahora era 70% marimacho 30% femenina cuando antes del transplante era 100% marimacho. ¡Su personalidad marimacho seguía siendo dominante! Un alivio para todos.
Decidió analizar qué cosas femeninas aún le gustan ahora que los cambios se detuvieron. Disfrutaba cocinar y sabía más de flores. Su guardarropa era ahora una divertida mezcla de estilos. Le gustaba usar su cabello largo, aunque a veces le estorbaba un poco para sus actividades deportivas. Ya no le gustaban mucho las clases de baile latino.
Entonces acudió a Sofía, quien le sugirió probar peinados que le permitan moverse con facilidad y a la vez verse bien. Una de sus amigas le ayudo a aprender a manejar el cabello para que no le estorbe en sus actividades marimaches que aún practica, ayudándola a hacer coletas altas y moños.
Finalmente, Valentina se aceptó a sí misma tal como era: una 'Tomboy with a Girly Streak'. Amaba los deportes, los videojuegos y los chistes malos, pero también disfrutaba de un buen pastel de chocolate y de las charlas con sus amigas sobre sus crushs del momento.
También encontró el amor. Álvaro, un chico de su clase, admiraba su energía, su sentido del humor y, por supuesto, su peculiar estilo. A Álvaro no le importaba si Valentina prefería las zapatillas deportivas a los tacones, o si prefería hablar de fútbol a discutir sobre las últimas tendencias de moda. Le encantaba su autenticidad.
Valentina había descubierto que no era necesario encajar en un molde. Podía ser fuerte y femenina, deportista y delicada, dura y sensible. El transplante de corazón le había regalado una nueva perspectiva, una nueva forma de ver el mundo y, lo más importante, una nueva forma de verse a sí misma.
Un día, buscando más información de quien había sido su donante, descubrió que era una chica que siempre soñó con practicar deportes pero nunca pudo debido a que fue enfermiza de niña, de nombre Amanda. Al final gracias a Valentina y al trasplante su sueño se cumplió.
Ahora Valentina le agradece y también intenta no olvidar esa otra parte que obtuvo de ella, seguir probando cosas nuevas y ayudar a los demás.